¡Hola hermano Quico y hermanos de Rancagua! Que alegría
este contacto; que el Señor este con ustedes!
Si,
de vuelta ya en nuestro hogar acá en Chillán, gracias a Dios, sin novedad,
aunque algo cansados.
La
verdad, algo fatigado por el viaje, llegamos como a las 22 horas; pero con un
corazón henchido, lleno de gratos recuerdos vividos en ese lindo y acogedor
lugar de San Francisco de Mostazal.
En
relación a las preguntas, ¿“Vale la pena vivir un cursillo”?, respuesta, sin
duda, categóricamente vale la pena, es un triple encuentro con uno mismo, con
Dios y con los Hermanos.
En
mi caso personal, no me fue tan extraño, ya que había participado en encuentro
por 6 días en un retiro espiritual en el Follet de Charite, en la ciudad de
Tomé, región del Bio-Bio.
“Contento
Seños contento”, como dijo el Padre San Alberto Hurtado (quien fue seminarista
en Chillan).
¡Qué fue lo más hermoso? Yo diría
que todo, el frío, la lluvia, el sol, las flores , el monasterio, el encuentro
con el Señor. La participación especialmente de los jóvenes. Nuevos
cursillistas. Una gracias de Dios. El grato ambiente de fraternidad y acogida,
la organización. Todo. Qué más. Felicitarlos y dar gracias a Dios, que nos
regala todo, sin tener méritos. Él, el Señor, nos da regalos porque nos ama
como hijos suyos.
Hermano
querido, el Cursillo, es una instancia que nos ofrece Jesús, por puro amor y
misericordia, a través de cursillos, Cristo nos transforma en nueva criatura,
como dice San Pablo, “no soy yo quién vive, es Cristo quién vive en mí”
Reciban un abrazo y muchas
bendiciones
Dios
les ama
Francisco
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