“Pocho”: cursillos… me salvó la vida. Anduve buscando algo y buscaba y no podía encontrarlo pero un día especial …allá arriba, entre los pehuenches ….lo encontré: ¡Jesús! --Agradecer por quienes en el camino propician que la fe no se termina- El regalo hay que trabajarlo cada dia, con dedicación y mucho amor. |
LA CONVERSIÓN DE UN ATEO
Era nuestro hogar con claras tendencias filosóficas, o
sea de espiritualidad…prácticamente nada.
Encontraba que la vida me sonreía, tenía un buen
trabajo y había formado una linda familia pero Dios no tenía cabida en esta
casa feliz, llegué a ser jefe en mi institución , seguía mejor; la vida me sonreía. Inesperadamente se produce
un gran conflicto en mi trabajo y como responsable, debía responder y pagar los platos rotos y las
fallas. Me
cambió la vida totalmente perdiendo la comodidad familiar, tuve que buscar como
ganarme la vida de una u otra forma y- tanto así que llegué a vender libros. Allí
en el nuevo trabajo me acompañaba una muchacha que tenía una especial
sensibilidad y llegamos a ser amigos a pesar de mi pesimismo y negatividad.
Ofrecía-por todos lados- textos de todo y otros como : La vida de Jesús, La Historia Sagrada, Los
diez mandamientos y tantos más pero, escuchaba a mis espaldas, miren! “el
diablo vendiendo cruces”.
“Debes rezar” me decía mi amiga,”ahora, yo lo haré por ti
pero después podíamos orar juntos”, me reía ¿Para qué?- y ella en cada viaje
rezaba y rezaba….hasta por mí. Lo hacía como una necesidad imperiosa. Un día me
hace una insólita propuesta; ¿y por qué no vas a vivir un cursillo, un retiro?-
era como mucho rezaba y ahora quería que fuera a encerrarme como un monje. La veía
a veces que se ponía hacer trabajos manuales preparando
un montón de pescados de colores y algunas frases elegidas para sus
actividades, no entendía nada pero siempre la veía rara pero muy entusiasmada,
por decir lo menos.
Seguía con
dificultades económicas, debía acudir al psicólogo; la presión era muy grande allí en medio de mi
tormenta personal casi sin darme cuenta fui de
repente a vivir un cursillo no se cómo
ni por qué. Claro, comprendo que no debí hacerlo en ese momento de mi vida. Fue
un enfrentamiento con toda mi vida, el
cura y con la decuria, con todos, no estaba receptivo, nada me interesaba; si
yo no podía creer a la primera po, tan
fácil. Estaba tosco, molesto, desagradado. Más encima me nominaron como presidente de mi decuria y tenía que apechugar pese a todo en
el grupo, casi nada me agradaba.
No vi al Cristo
vivo que buscaba y que todos intentaban entusiasmados mostrarme. Pero a ellos
los veía felices, me abrazaban emocionados el beso lo sentía auténtico pero yo
estaba fallando. Estaba irreconocible, sabía que era un caso difícil pero no
podía, aunque quisiera creer a la primera. Llegué sin creer y me voy igual
recen pues por mí les decía: Yo ¡quiero creer! Era mi grito de ultratumba
lastimero.
Y seguí mi tremenda búsqueda, iba a misa, leía,
estudiaba, estaba confundido . Intenté hacer todo lo que era capaz, todo lo que
estaba a mi alcance…y un poco más. Me fui a reconciliar, acudía a la eucaristía, de no sentir casi nada, poco
a poco se fue convirtiendo en una necesidad, seguí leyendo, estudiando, así pasaron algunos y sufridos años; pedía: Señor, ayúdame a creer en ti”. Era mi
desgarrador grito en mi desierto
personal.
Hice un curso de Cristología, tres años, 17 ramos,
entendí mucho más de la fe y de la
religiosidad popular, pero estaba casi igual. Hasta que el Señor no más sabe, llegamos
a misionar al alto del BíoBío, allí en la tremenda soledad me encontré como un
loco hablando con Dios; ahora lo sentía muy claro y fuerte muy dentro de
mí. Por seis horas había subido y subido la
montaña y ahora por fín sentía que había llegado a puerto seguro, me
puse a rogar por la Madre Santísima y empecé a rezar curiosamente el santo rosario,
completé sin darme ni cuenta 17 rosarios amorosos…
Bajé y bajé…..hasta me perdí en esa inmensidad y allí
no me quedó duda alguna: “si tu me metiste en esto ….tú, estoy seguro, me
sacarás.
Así fue, sin ninguna preocupación llegué sano, salvo y tranquilo porque ahora sí estaba seguro, llegué y lo hice tranquilo, reposado y fresquito.
Así fue, sin ninguna preocupación llegué sano, salvo y tranquilo porque ahora sí estaba seguro, llegué y lo hice tranquilo, reposado y fresquito.
Hoy yo lo sigo, con verdadero entusiasmo, entrega,
alegría y seguridad. Pasé por mucho, la sufrí harto, me costó demasiado pero
llegamos bien, creo pero, ¡aumenta mi fé Señor!
. Más de alguno de ustedes habrán tenido algunas
dudas. Las mías eran numerosas pero el amor me tiene aquí tranquilo, entregado
y enamorado.
Nunca perder la esperanza.
“de colores hermanos”
"La salvación de muchos depende de la oración de pocos"
Pío XII (1876-1958)
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