Te
pedimos por ellos, mansísimo Padre de pobres, de enfermos y de
moribundos; te pedimos por ellos, y por nosotros cuando nos hallemos en
su aflictiva situación. Derrama sobre los corazones lacerados el bálsamo
de la santa confianza en Dios; ahuyenta de ellos el negro demonio de la
desesperación. (José-Requínoa)
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