* Mi padre: Guillermo, de Valdivia

 


 mi padre querido está en el segundo lugar hacia arriba, donde está el primer sacerdote (está de corbata)

 BIOGRAFÌA DEL PADRE DE CARLOS MANZOLIZ JARAMILLO.

Guillermo, mi padre querido, nació un 11 de Marzo de 1928, en la ciudad de Valdivia, sus padres Pascual Maximiliano Manzoliz Alvarez-oriundo de Valdivia y de doña Carmela Rebolledo González, nativa de Collipulli. Tempranamente quedó huérfano de madre y fué educado como hijo único. 

Sus estudios: Instituto Salesiano y el Liceo de Hombres de VALDIVIA. Muy joven trabajó en los Ferrocarriles del Estado  y después en la Fábrica Inmar y de calcio y jabón Kónig. Durante 25 años laboró como contador autodidacta en la oficina en Calle Picarte, todo esto en la ciudad de Valdivia.

En 1953 se casó con mi madre Virjinia Jaramillo Pérez con la que tuvo seis hijos- cinco aún viven.

Mi padre era muy bueno para la bohemia, muy amistoso y buen conversador, fanáticamente generoso; llegando a financiar en sus estudios a familiares que tenían muchos problemas económicos, a pagar imposiciones a familiares mayores para que tuvieran una pensión. También ayudó a su socio que estuvo por muchos años minusválido: le pagaba empleada y todos los gastos que precisara, y otros tantos generosos aportes hechos sin que nadie lo supiera en la familia nuclear.

Falleció el 12 de Noviembre de 1985 (cáncer  gástrico) dejando hasta esta fecha un hijo que no logra olvidarlo.

 

(UN DATO PARA LA HISTORIA EN LA ACCIÒN CATÒLICA CONOCIÒ AL PADRE ALBERTO HURTADO)

A los dos añitos (fotografía pintada a mano por el fotógrafo italiano Perusso)

 


MANANTIAL ESCONDIDO

 La casa vela su agonía interna.

Sus paredes húmedas,

el polvo en la mesa,

una señal de tu ausencia.

Una casa acorralada, por el silencio,

sumida en un llanto hermético.

Remanso  de paz otoñal.

Aún tomo tus palabras

en el recuerdo.

Aún siento tus  manos,

manantial difuso,

voz de murmullo,

deslucido canto de ave tempranera.

Papá déjame beber otra vez,

el hálito de tu recuerdo.

Tocar tus huesos,

y la tierra solariega.

Quise esconder tu secreto,

el tiempo todo lo descubre.

Me mordió  la sombra errática ,

de la verdad impune.

No la acepto,

te quedaba tanto por hacer.

Señor de las esperanzas.

Déjame llorar,

como la lluvia de invierno valdiviano.

Déjame consumirme en la eterna pena

del hombre solo.

 

Carlos Manzoliz Jaramillo

 Mcc Diócesis de la Santa Cruz "de colores"

 

 

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