g- Carta despedida





30.      Este grito de agradecimiento de Don Guillermo se justificaba sobre todo por un favor extraordinario obtenido por los primeros cursillistas del 7 de Enero de 1949. He aquí el hecho brevemente. Durante el cursillo, un candidato pidió a todos de llevar en sus oraciones a un joven amigo suyo encarcelado en Palma, (en la llamada «cárcel de los Capucinos» pues estaba en su antiguo monasterio). Este joven condenado a muerte, permanecía totalmente rebelde y no quería ni recibir al capellán. Los candidatos entonces escribieron una carta a este prisionero comentándole su preocupación por su situación y sus oraciones por él. Ahora bien, en la noche del 28 de Enero, el joven prisionero contestó al grupo de cursillistas, algunas horas antes de su ejecución. Hay que leer íntegramente esa carta que es un conmovedor testimonio del poder de la palanca.

« Palma, 1h de la madrugada, queridos amigos, padres y hermanos de mi alma.
Estas lineas son las últimas que recibirán de mí. Les escribo más con el corazón que con la pluma. Estoy actualmente en capilla (5). Quiero anunciarles que me queda poco tiempo antes de dejar este mundo de miseria y de lágrimas, pero Dios puede venir en mi ayuda en su gran misericordia para enderezar mi alma y prepararla a una muerte bella, después de mi vida venturosa, yo que fui víctima del ambiente. Dios es capaz de darme la fuerza de reconocer mis faltas y yo le pido una única gracia: poner fin a estas faltas con una confesión sincera que me abrirá las puertas del cielo.
Debo pedirles perdón por los escándalos que les provoqué por mis crímenes. Jamás como en este momento me acordé de todos Uds con tanto amor, y quiero que estas últimas lineas, en el último momento de mi corta vida, sirvan para borrar todas las cosas malas que hice y les sirven de recuerdo para animarles a vivir como Dios lo espera de sus servidores más fieles.
Ya terminé mi carrera. Gracias al Señor por haberme dado ese tiempo extra para curar mi vida pasada y morir como un hombre de fé. Con Uds, estoy rodeado de personas que trataron de aliviar mi sufrimiento. Es solamente la fé que puede dar las fuerzas necesarias para pasar a través de una prueba tan grande.
Si desean conocer los detalles de mis últimos momentos, podrán comunicar con el capellán. Tengan la seguridad, queridos hermanos, que subo al cielo para ir a rogar por todos Uds. Es ahí donde les esperaré, y es ahí donde nos reuniremos un día para estar felices eternamente. Sagrado Corazón de Jesús, tengo confianza en tí. Adios.»

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