-75-La conversión de un ateo

“Pocho”: cursillos… me salvó la vida. Anduve buscando algo y buscaba y no podía encontrarlo pero un día especial …allá arriba, entre los pehuenches ….lo encontré:  ¡Jesús!
--Agradecer por quienes en el camino propician que la fe no se termina- El regalo hay que trabajarlo cada dia, con dedicación y mucho amor.


LA CONVERSIÓN DE UN ATEO

Era nuestro hogar con claras tendencias filosóficas, o sea de espiritualidad…prácticamente nada.
Encontraba que la vida me sonreía, tenía un buen trabajo y había formado una linda familia pero Dios no tenía cabida en esta casa feliz, llegué a ser jefe en mi  institución , seguía mejor;  la vida me sonreía. Inesperadamente se produce un gran conflicto en mi  trabajo  y como responsable,  debía responder y pagar los platos rotos y las fallas.           Me cambió la vida totalmente  perdiendo  la comodidad familiar, tuve que buscar como ganarme la vida de una u otra forma y- tanto así que llegué a vender libros. Allí en el nuevo trabajo me acompañaba una muchacha que tenía una especial sensibilidad y llegamos a ser amigos a pesar de mi pesimismo y negatividad. Ofrecía-por todos lados- textos de todo y otros como  : La vida de Jesús, La Historia Sagrada, Los diez mandamientos y tantos más pero, escuchaba a mis espaldas, miren! “el diablo vendiendo cruces”.
“Debes rezar”  me decía mi amiga,”ahora, yo lo haré por ti pero después podíamos orar juntos”, me reía ¿Para qué?- y ella en cada viaje rezaba y rezaba….hasta por mí. Lo hacía como una necesidad imperiosa. Un día me hace una insólita propuesta; ¿y por qué no vas a vivir un cursillo, un retiro?- era como mucho rezaba y ahora quería que fuera a encerrarme como un monje. La veía a  veces que  se ponía hacer trabajos manuales preparando un montón de pescados de colores y algunas frases elegidas para sus actividades, no entendía nada pero siempre la veía rara pero muy entusiasmada, por decir lo menos.
Seguía  con dificultades económicas, debía acudir al psicólogo;  la presión era muy grande allí en medio de mi tormenta personal casi sin darme cuenta  fui  de repente a vivir un  cursillo no se cómo ni por qué. Claro, comprendo que no debí hacerlo en ese momento de mi vida. Fue un enfrentamiento con toda mi vida,  el cura y con la decuria, con todos, no estaba receptivo, nada me interesaba; si yo no  podía creer a la primera po, tan fácil. Estaba tosco, molesto, desagradado. Más encima me nominaron como  presidente de mi  decuria y tenía que apechugar pese a todo en el grupo, casi nada me agradaba.
 No vi al Cristo vivo que buscaba y que todos intentaban entusiasmados mostrarme. Pero a ellos los veía felices, me abrazaban emocionados el beso lo sentía auténtico pero yo estaba fallando. Estaba irreconocible, sabía que era un caso difícil pero no podía, aunque quisiera creer a la primera. Llegué sin creer y me voy igual recen pues por mí les decía: Yo ¡quiero creer! Era mi grito de ultratumba lastimero.
 Y seguí mi tremenda búsqueda, iba a misa, leía, estudiaba, estaba confundido . Intenté hacer todo lo que era capaz, todo lo que estaba a mi alcance…y un poco más. Me fui a reconciliar, acudía  a la eucaristía, de no sentir casi nada, poco a poco se fue convirtiendo en una necesidad, seguí leyendo, estudiando, así  pasaron algunos y sufridos  años; pedía:  Señor, ayúdame a creer en ti”. Era mi desgarrador  grito en mi desierto personal.
Hice un curso de Cristología, tres años, 17 ramos, entendí mucho más  de la fe y de la religiosidad popular, pero estaba casi igual. Hasta que el Señor no más sabe, llegamos a misionar al alto del BíoBío, allí en la tremenda soledad me encontré como un loco hablando con Dios;  ahora  lo sentía muy claro y fuerte muy dentro de mí. Por seis horas había subido y subido la  montaña y ahora por fín sentía que había llegado a puerto seguro, me puse a rogar por la Madre Santísima y empecé a rezar curiosamente el santo rosario, completé sin darme ni cuenta 17 rosarios amorosos…
Bajé y bajé…..hasta me perdí en esa inmensidad y allí no me quedó duda alguna: “si tu me metiste en esto ….tú, estoy seguro, me sacarás.
Así fue, sin ninguna preocupación llegué sano, salvo y tranquilo  porque ahora sí estaba seguro, llegué y lo hice tranquilo, reposado  y  fresquito.
Hoy yo lo sigo, con verdadero entusiasmo, entrega, alegría y seguridad. Pasé por mucho, la sufrí harto, me costó demasiado pero llegamos bien, creo pero, ¡aumenta mi fé Señor!
. Más de alguno de ustedes habrán tenido algunas dudas. Las mías eran numerosas pero el amor me tiene aquí tranquilo, entregado y enamorado.
Nunca perder la esperanza.                      
“de colores hermanos”

POCHO



"La salvación de muchos depende de la oración de pocos"
Pío XII (1876-1958)

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