-Cambio de vida......¿imposible?--15/ la historia de Roberto


 



Vivir Cursillo, fue sin duda el inicio de un cambio en mi vida.
En Cursillo me encontré con Cristo, y este fue el acontecimiento más importante de todos los que he vivido. Antes de este Encuentro Personal, pensaba que si Jesús había sido o no el Hijo de Dios, no era relevante, sin embargo su “Filosofía” era buena, de hecho en mi opinión, la mejor de todas las que había estudiado. Al comprobar por experiencia directa que Jesús estaba vivo, que nos amaba incondicionalmente y que interactuaba con nosotros en nuestro día a día, cambió para mí la visión del mundo y la forma en que debería vivir.
Este Encuentro Personal, donde el Amor de Dios inundó todo mi ser, no es fácil de explicar, ni siquiera a otros que han tenido la misma experiencia, podría decir que fue como si de repente me pusieran bajo una gran Catarata de Amor, que cae sobre mí y me abruma por completo, pero segundos después, era como estar en un Lago de Amor, inmenso, sin fin, en el cual flotaba en medio de una paz y una calma que jamás había sentido, de mis ojos brotaban lagrimas ininterrumpidamente que se fundían en el amor de ese lago. Llorar por sentirse amado incondicionalmente y en un nivel tan grande que no puedes contenerlo en ti, me hizo desear dejar de ser solo “Bueno”, despertó en mí el ansia de convertirme en la persona que Dios soñó cuando me creó.
Así como, cuando uno conoce a la mujer amada, esta despierta en uno el deseo de ser mejor. Sentirme amado por Dios, lo cual implica niveles de amor que uno no puede ni siquiera explicar, despertó el deseo de ser todo lo que puedo llegar a ser, no bastaba ya con ser bueno o mejor, la llama que prendió en mi fue la de convertirme plenamente, llegar a ser, como dije más arriba, la persona que Dios soñó cuando me creó.
Esto implicaba muchas cosas, la primera era que tenía que buscar la forma de mantener prendida esta llama en mi corazón, gracias a Dios (literalmente), este movimiento nos ofrece una forma de mantenerse pintado DE COLORES y me aferré a ella. Por otro lado tenía que reinventarme en muchas cosas: Tenía que aceptar de una vez por todas que mi soberbia no podía seguir, ya hacia un par de años que había reconocido que lo era, pero no quería hacer nada para cambiarlo, estaba cómodo así, es más sentía que me daba beneficios y ventajas a las cuales no estaba dispuesto a renunciar, pero ahora Dios me ofrecía la oportunidad de cambiar ayudado por Él, así que desde ese día estoy trabajando mi Humildad, con el convencimiento de que si aprendo a ser humilde, la soberbia desaparecerá por si sola. Tenía también que aprender a ser un padre cristiano, exigente, pero amoroso, un padre que reflejara de alguna manera a Cristo, tenía que ser capaz de ser testigo coherente entre mi vida y mi fe, Cristo me llamaba a ponerlo a Él primero, pero no a abandonar a mí familia, tenía que ser capaz de abandonarme a su servicio, pero también de dedicarle tiempo a mis hijos. Por otro lado, tenía que aceptar que lo que le pasa a los demás, no es algo solo para sentir a la distancia, sino que había que involucrarse con ellos, lo que a los demás les pasa a mí también me pasa, esto me ha costado muchísimo, no ha sido nada de fácil, ya que acostumbraba a ver desde la distancia los problemas de los demás, ayudaba, pero desde lejos, sin involucrarme. En este proceso comprendí que probablemente la frase del Padre Hurtado “Dar hasta que duela”, no tiene tanto que ver con dar bienes materiales o dinero, como darse uno mismo, entregar el tiempo de uno, para estar y acompañar a los demás, ese tiempo que normalmente deseo para mi, para relajarme y leer un libro, para ver televisión o por último para dormir una siesta. También tenía que aceptar que los bienes que tengo o podría llegar a tener, en realidad no son míos, sino que son fruto de los talentos que Dios me ha dado y por lo tanto, podríamos decirlo así, los tengo en comodato y para compartirlos con los demás. Además tenía que descubrir cómo hacer negocios, pero ahora Cristianamente, sin el más mínimo engaño, tenía que asegurarme que todas nuestras propuestas de trabajo, eran coherentes con los criterios de Cristo. Esto último me tomó dos años, período en el cual casi no cerré negocios nuevos y estuvimos a punto de quebrar. Hubo que diseñar nuevas herramientas, nuevos métodos, leer una y otra vez el Evangelio, para desde ahí descubrir cómo mejorar el desempeño de la gente en el trabajo, cómo crear una cultura de Comunidad, cómo liderar y enseñar el liderazgo, pero basándonos en el modelo que Jesús propone.
Todo esto es un proceso que aun no ha terminado y que supongo nunca terminará. Reinventarme, ha sido todo un caminar que ya lleva diez años, pero que si bien ha sido no exento de dificultades, siempre ha estado acompañado por Dios y por mis hermanos de esta comunidad que es el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, los cuales cada vez que me caigo (que no es pocas veces), de una manera u otra me lo hacen ver y no solo eso, me ayudan a levantarme y a empezar de nuevo, recordándome que Dios me ama.
Tal vez lo que más me ha sorprendido de mi mismo en este caminar, ha sido la facilidad con que puedo olvidarme de la experiencia que tuve, de ese Encuentro Personal con Dios. He descubierto que cuando me olvido de ello, me es fácil volver a caer en las mismas prácticas de antes, porque me olvido del compromiso que hice y mi vida deja de tener la luz y los colores que antes la rodeaban. Cuando tomo conciencia de ello, me embarga un gran dolor y me siento culpable, pero empiezo a repetirme una y otra vez Dios me Ama,… Dios me Ama,… Dios me Ama, hasta que vuelvo a tomar consciencia plena de ello, mi corazón se vuelve a alegrar y me recuerdo:

CRISTO CUENTA CONTIGO, Y YO CON SU GRACIA

Roberto- Melipilla

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